Para ser más precisos, la lactosa es una molécula del azúcar que está compuesta por dos azucares: glucosa y galactosa, la enzima que las divide se llama lactasa y está presente en la superficie que recubre el intestino delgado. Cuando se produce la intolerancia a la lactosa es porque se provoca actividad de lactasa que impide la separación de la lactosa.
Esta intolerancia suele tener tres orígenes: puede ser provocada por el desarrollo, puede ser congénita o puede ser de tipo secundaria.
Cuando es congénita nos estamos refiriendo a la mutación de un gen que es el que se encarga de la producción de lactasa. Esto no es muy común y los primeros síntomas aparecen al poco tiempo de nacer.
Cuando es secundaria es causada porque se destruyó el revestecimiento del intestino delgado, al mismo tiempo que la lactasa.
La intolerancia a la lactosa más común, esta vinculada a la disminución en la cantidad de lactasa que se genera desde su infancia y continúa cuando las personas ya son adultas, este trastorno se llama hipolactasia.
Para hacer un diagnóstico, el médico te aconsejará hacerle al pequeño un análisis de sangre para medir la cantidad de azúcares, después de la ingesta de lactosa. Otro método menos usado, es verificar el aumento de la cantidad de hidrogeno en la respiración después de ingerir lactosa.
Una de las consecuencias más graves es que el niño no puede aportarle a su organismo la cantidad de calcio necesaria. Para eso, deberá buscar una alternativa para obtener estos minerales con productos que se encuentren en el mercado y que sean tolerados por su organismo. Una alternativa seria el consumo de leche de soja.
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