Al nacer creemos que nuestros hijos son muy vulnerables al frío, o a las enfermedades en general. Aunque en realidad los bébes no enferman en los primeros meses de vida. Pero, ¿por qué?
Cuando el niño nace, cuenta con un sistema inmunitario inmaduro que no está muy desarrollado; a pesar de ello, durante sus primeros meses de vida, el bebé a penas enferma. Las razones principales son las defensas que el bebé recibe de la madre durante el embarazo y de la lactancia posteriormente. Esto no quiere decir que el niño pueda ponerse malito en algún momento, sino que al principio cuenta con importantes defensas provenientes del exterior, pero con el paso del tiempo el niño deberá aprender a defenderse por sí mismo.
En el momento del nacimiento el niño tiene un nivel de anticuerpos casi igual a los que posee un adulto; estos anticuerpos son conocidos como gammaglobulinas maternas que traspasan la barrera de la placenta y penetran en la circulación sanguínea del bebé aportando una fuerte acción defensiva contra los virus y las bacterias. Además, el recién nacido cuenta otras células defensivas que constituyen la llamada “inmunidad innata”, gracias a la cual se eliminan los gérmenes cuando el bebé entre en contacto con ellos.
Los anticuerpos trasmitidos por la madre durante los nueve meses de embarazo, se suman a los agentes antiinfecciosos que contiene la leche materna. Una de las sustancias más importantes de la leche lactante es el calostro que tiene una función inmunológica que protege al bebé contra las infecciones. Además, la leche lactante contiene la lactoferrina; se trata de una proteína a los gérmenes “malos” nutrirse de hierro y, en consecuencia, expandirse. La protección que proporciona la leche materna está dirigida al espacio gastrointestinal cuyas mucosas son muy inmaduras durante los tres primeros meses de vida.
Por otro lado, hay que decir que el bebé no es inmune a todas las enfermedades, a pesar de que cuenta con múltiples defensas. Durante los primeros meses, el lactante está protegido contra las principales enfermedades exantemáticas de naturaleza vírica (como el sarampión) pero no está protegido contra las infecciones bacterianas. Pero por suerte, es difícil que el bebé entre en contacto con las fuentes de contagio y si además, toma el pecho, contará con una protección suplementaria
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