

Hasta la actualidad se han definido tres tipos de vínculos que pueden experimentar los niños pequeños con sus padres o las personas que se encuentren a cargo de su cuidado. Éstos fueron definidos por John Bowlby, un psicólogo que desarrolló la reconocida “Teoría del apego”.
El primer vínculo definido es conocido como “vínculo seguro” y está basado en la seguridad que se le brinda al bebé al momento de solucionar sus inconvenientes. Los niños que experimentan esta clase reconocen enseguida que la persona que está a su cargo será lo suficientemente responsable y competente como para responder a sus necesidades. De este modo se forman lazos fuertes que persisten con el paso del tiempo, manteniendo la autoestima en un nivel alto y con un nivel de socialización posterior mucho más simple.
El segundo vínculo es conocido como “vínculo inseguro” y los bebés que lo experimentan se muestran muy evasivos frente a sus padres o cuidadores y se resisten a ser atendidos. En este caso el pequeño se hace una idea general de que nadie lo ayudará a confortar su malestar y se “traga” su propia angustia, lo que posteriormente genera desconfianza y distanciamiento con sus mismos progenitores.
Por último nos encontramos con el conocido como “vínculo ansioso-ambivalente”, donde los bebés que lo experimentan muestran comportamientos muy similares a los observados en el punto anterior, aunque con la diferencia de que la angustia sí es expresada de un modo muy vehemente y con reacciones de desprecio para con sus padres. Este tipo de vínculo también provoca un distanciamiento de los progenitores debido a la falta de confianza para la satisfacción de sus necesidades.
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