

El bajón emocional que se produce en las madres, se da porque el cuerpo deja de segregar la gran cantidad de hormonas que producía durante el embarazo. A las causas hormonales se suman los cambios en la rutina diaria, que pueden llegar a ser impactantes en un primer momento; una gran responsabilidad, menos horas de sueño, menos tiempo con tu pareja. Será dificil entender para una mujer que nada volverá a ser como antes.
Algunas de las causas fisiológicas de esta depresión son: la falta de sueño por tener que alimentar al niño cada dos o tres horas, la falta de libertad por estar todo el tiempo con el bebé, y la subida de leche a las mamas, que puede causar molestias a muchas mujeres.
Se entiende aún más la depresión cuando añadimos la aglomeración de visitas y la adaptación al cambio brusco de vida, la falta de ayuda con las tareas domesticas, incluso existir una predisposición genética a sufrir depresiones.
Y aunque el shock inicial es comprensible, lo primero que la madre tiene que entender es que el que las cosas hayan cambiado no quiere decir que sea para empeorar.
Una de las formas de prevenir que aparezca la depresión posparto, es concientizarse, durante los 9 meses de embarazo, de su posible aparición. Se debe pensar en los cambios que muy seguramente llegarán a la vida y cómo habrá que afrontarlos.
Es importante que una madre siempre busque ayuda. Desde antes de tener el bebé, puede planear si va a contratar una niñera, o será algún familiar el que esté a su lado, en caso de que el padre no pueda hacerlo. Serán días muy pesados y siempre será mejor tener un apoyo emocional y una ayuda para los quehaceres normales de una casa en la que hay un recién nacido.
No es necesario estar pendiente siempre de limpiar la casa. Cuando el bebé duerma las mamás deben descansar, darse una vuelta por la peluquería o pasar tiempo con su pareja. Si van a un parque, seguro podrán conocer a otras mamás y nuevas amigas.
Aunque la depresión posparto es pasajera, si persiste después de un mes, hay que consultar un psicólogo.