

La monitorización fetal es un estudio que se realiza al final del embarazo y mientras tiene lugar el parto, gracias a su realización se pueden llegar a prevenir muchos contratiempos.
El monitor, llamado técnicamente cardiotocégrafo, registra los datos en un rollo de papel continuo. En él se pueden ver los latidos del corazón del bebé y también las contracciones del útero materno, así se puede comprobar fácilmente cualquier tipo de alteración que se presente.
Para su realización se coloca sobre el abdomen de la madre se coloca un cinturón con uno o dos sensores que se conectan a un ordenador, existen diferentes tipos de monitorización: externa e interna.
En la monitorización externa se realiza cuando la madre no haya roto aguas, se colocan ambos sensores en la tripa de la madre, uno para medir las contracciones y otra para medir el latido fetal.
En el caso de que la madre ya esté en trabajo de parto y la bolsa se haya roto se debe realizar una monitorización interna, en ella se coloca un catéter por la vagina hasta la cabecita del bebé para así controlar más fácilmente los latidos de su corazón.
Cuando las pulsaciones del bebé son recogidas por el cardiotocógrafo los médicos y enfermeras pueden saber si el bebé se encuentra bien o si, por alguna razón, no está recibiendo la cantidad de oxígeno necesaria para que sus órganos continúen funcionando normalmente.
Si la madre ha llevado adelante un embarazo normal, son problemas, no tiene enfermedades (como diabetes) se sugiere que la monitorización comience a realizarse a partir de la semana 40, antes era frecuente en la semana 37 pero las estadísticas demostraron que no existe un motivo claro que justifica se realización con tanta antelación.
En el caso de los embarazos de alto no existe una fecha determinada. Será el ginecólogo el que determinará cuando comenzar.