
Si el otro día hablábamos sobre el estreñimiento en los niños, hoy dedicamos este artículo a la dolencia contraria: la diarrea.
Entre los niños más pequeños, la diarrea es un trastorno bastante frecuente, aunque no por ello irrelevante; sobretodo si va acompañado de vómitos. La diarrea debe tratarse de forma adecuada, o de lo contrario, puede constituir un verdadero problema para el niño.
La diarrea consiste en una excesiva pérdida de líquidos a través de las heces, causada, normalmente, por la presencia de virus o bacterias en el intestino, que actúan provocando una inflamación. Como consecuencia, el aparato digestivo ya no puede absorber el agua de los alimentos y la elimina junto con las heces.
Estos microorganismos también pueden estar presentes en el estómago, provocando vómitos y una posterior pérdida de líquidos. En este caso, se trata de una gastroenteritis.
Cuando afecta a los niños, la diarrea debe vigilarse atentamente, pues el organismo de los pequeños contiene una cantidad de líquidos más elevada que el de los adultos y elimina el agua con mayor rapidez. Para normalizar la situación, suele ser suficiente adoptar un régimen alimenticio adecuado:
El principal problema de la diarrea es la deshidratación. Por esta razón, se debe dar de beber al niño con mucha frecuencia.
Si el pequeño toma el pecho, debe seguir con la lactancia, aunque tenga diarrea.
Es conveniente administrar al niño una dieta hídrica con sales minerales durante 8-12 horas. Es decir, se debería sustituir el agua, sobre todo al principio, por una solución hidroelectrolítica, que se adquiere en las farmacias.
Si todo va bien, se podrá empezar con los alimentos sólidos, teniendo en cuenta los gustos y las preferencias del pequeño.
Las dietas especiales resultan completamente inútiles. Conviene alimentar al niño de forma normal, aunque dejándose guiar por el sentido común: el arroz y las patatas son alimentos que se absorben con gran rapidez, mientras que otros más elaborados necesitan una larga digestión.
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