Sin ir más lejos, el óptimo desarrollo de esta reduce el riesgo de infecciones, problemas digestivos e incluso alergias. Por este motivo, cada vez son más las madres que deciden probar los probióticos en la época del embarazo y, posteriormente, durante la lactancia para fortalecer el crecimiento de la microbiota intestinal.


¿Qué son los probióticos?
Los probióticos, según la FAO y la OMS, “son microorganismos vivos que, administrados en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del que los toma”.
Es decir, el consumo de estos influye sobre la microbiota intestinal al aportar sustancias beneficiosas para el organismo, no solo del bebé sino también de la madre o de cualquier persona que los consuma. Normalmente, suelen ingerirse por vía oral y, entre sus numerosos beneficios, ayudan a mantener el equilibrio de los microrganismos que habitan en nuestro intestino.
Además, estimulan el desarrollo inmunitario del cuerpo durante los primeros años de vida, pudiendo afectar a este incluso en la edad adulta.
Los probióticos durante la lactancia
La lactancia juega un papel clave en la composición del intestino de los recién nacidos. De hecho, los estudios realizados parecen indicar que la flora intestinal de los bebés es muy diferente dependiendo de si estos han sido amamantados o no.
En la leche materna se localizan probióticos y prebióticos indispensables para la salud del lactante. por lo que los expertos aconsejan que la madre ingiera probióticos durante la lactancia que contengan Lactobacillus y bifidobacterias, con el objetivo de aportar al bebé todos los microrganismos beneficios.


Como hemos comentado anteriormente, los efectos de los probióticos consumidos por la madre son altamente favorables en los recién nacidos pues, además de ayudar al desarrollo del sistema inmunitario, también influyen en diversas patologías.
Por ejemplo, en casos de diarreas o gastroenteritis permite prevenirlas e incluso tratarlas de forma natural. Lo mismo ocurre con la enterocolitis necrotizante, una enfermedad intestinal común en los recién nacidos que produce inflamación en el intestino grueso.
Además, parece que previene también la aparición de posibles cólicos, piel atópica o la infección del Helicobacter pylori. Del mismo modo, son especialmente buenos para combatir algunos problemas que pueden surgir en el cuerpo de la madre.
Un ejemplo de ello son las infecciones del pezón, las cuales pueden derivar en circunstancias más serias como obstrucción del drenaje, perlas de leche, mastitis y hasta absceso mamario.
Estos microorganismos beneficiosos se encuentran principalmente en alimentos fermentados como yogur y leches, encurtidos, miso, etc., además de productos farmacéuticos. Por este motivo, se hace indispensable el uso de los probióticos en la lactancia, ya que no solo ayudan a prevenir estos síntomas, sino que juegan un papel esencial a la hora de tratarlos.