

Es importante que evites la inducción al parto, ya que aumenta el riesgo de sufrir cesárea en un 50%; la ansiedad, la incomodidad o la prisas por dar a luz, no son razones suficientes para pasar por una cirugía.
Si en el parto recibes una epidural al principio de las contracciones, puede detener el proceso de dilatación; es bueno que camines, que cambies de posición para que puedas evitar las molestias al máximo.
El movimiento del trabajo del parto, por pequeño que sea, ayuda a que tu bebé se mueva y baje con más facilidad hacia la pelvis, en especial, los movimientos laterales y circulares. Incluso si tienes una epidural puesta, cambia de posición; a esto se le llama "movimiento secundario" y puede ayudar al bebé a descender.
Es importante que mantengas vacía tu vejiga, al menos, inténtalo cada hora, ya que si la vejiga se encuentra llena, puede impedir que la cabeza del bebé descienda. De igual forma, intenta relajarte, especialmente, tus músculos y afloja tu mandíbula, ayudarán a calmarte durante las contracciones.
Siempre que puedas entre las contracciones, intenta dormir, aunque sea unos pocos minutos, ya que te ayudará a mantener la energía durante el trabajo del parto y rodéate de personas que te aporten palabras de aliento y confianza.
Reúne las fuerzas necesarias para empujar durante el parto, siguiendo el instinto de tu cuerpo; para sentir con más facilidad la necesidad de empujar, es mejor no ponerse la epidural, sino mantener un parto natural; si tienes una epidural, a medida que se rebaja la dosis, se recupera la sensibilidad y, por tanto, la necesidad de empujar.
Imagen de: flickr