

No tan sólo crece mucho la criatura durante ese año sino que aprende mucho. Aprende a comer y dormir a horas fijas; a consumir varios alimentos nuevos; a levantar la cabeza; a sentarse; a ponerse de pie, y a veces a caminar.
Comienza a tocar las cosas y a tratar de alcanzarlas y cogerlas; a conocer el uso de las cosas que le rodean, tales como cucharas, tazas, camas, pelotas, bloques, y a utilizar algunas sin qunadie le ayude; a distinguir a una persona de otra; a conocer y usar algunas palabras.
También aprende si el lloro hará que la madre la levante siempre que lo desee, o si esto resulta inútil como medio de atraer la atención de aquélla.
Aprende igualmente a adaptarse al grupo de la familia, y a conocer nuevas experiencias cada día.
Al nacer, las criaturas pesan por lo general 3.2 kg., y miden 50 a 53 cm. de talla. Tienen buen color rosado; se retuercen y se mueven cuando se les toca; encogen las piernas, las estiran, cierran el puño, arrugan la cara, y lloran vigorosamente.
Maman y duermen. La criatura nace sin hábitos. Los adquiere haciendo la misma cosa vez tras vez. Inmediatamente después del nacimiento, comenzarán a formarse hábitos que si son buenos resultarán útiles toda la vida. La regularidad desde el nacimiento en adelante reviste la mayor importancia.
Por virtud del adiestramiento en la regularidad de las comidas, el sueño y la eliminación (evacuación del intestino y la vejiga), la criátura recibirá sus primeras lecciones en la formación del carácter.
Debe aprender que el hambre sólo le será satisfecha a tales horas, que cuando se le mete en cama debe quedarse dormida, y que el lloro no dará por resultado que le saquen de la cama o jueguen con ella siempre que así lo desee. Comenzará a aprender que forma parte de un mundo mayor que el de sus propios deseos.