Las hormonas de estrés se vuelcan en el torrente sanguíneo, en situaciones de ansiedad, que a corto plazo resultan beneficiosas, porque ayudan al cuerpo a enfrentarse a una situación peligrosa.


La duración en exceso de una situación de ansiedad, puede resultar perjudicial y derivando en depresiones o enfermedades graves, ya que bajan las defensas. Durante el embarazo, las hormonas del estrés se pueden pasar al feto mediante la placenta.
Según un estudio realizado en 267 mujeres embarazadas, a partir de las 17 semanas de gestación, la cantidad de cortisol -la hormona principal del estrés-, está relacionada directamente con el nivel de esta hormona en la sangre de la madre y que se hace más fuerte, a medida que avanza la gestación.
Una de las mejores formas de evitar el estrés, es llevar una vida sana y equilibrada, fomentar unos hábitos correctos higiénico-dietéticos y una alimentación correcta y variada, que sea capaz de aportar todos los nutrientes necesarios y realizar ejercicio físico, que sea adecuado en este caso al embarazo.
En el hospital universitario de Puerto Real, se estudió un pequeño grupo de embarazadas a las 15 semanas de gestación, la mitad de las cuales iban a someterse a la prueba de la amniocentesis. Se midieron varias sustancias presentes en la sangre, entre ellas la glucosa y el cortisol, así como otras en el líquido amniótico de las que se sometieron a la amniocentesis.
Se observaron los movimientos del feto al mismo tiempo, distinguiendo entre patadas, hipo, movimientos bruscos y contacto entre la mano y la cara, concluyendo que no había diferencias entre los movimientos del feto en las mujeres con un mayor estado de ansiedad y las que mostraban un estado menor, pero sí observaron una posible relación entre el nivel de glucosa en la madre y el mayor o menor movimiento del feto.
Fuente Imagen: jj.figueroa/flickr